GOOGLE: compañía especializada en productos y servicios relacionados con Internet, software y dispositivos electrónicos. El principal producto de Google es el motor de búsqueda de contenido en Internet. Sus creadores, Larry Page y Sergey Brin, comenzaron el proyecto en 1996 cuando ambos eran estudiantes de posgrado en ciencias de la computación en la Universidad de Stanford. El nombre original del buscador era BackRub, pero en 1997 los fundadores deciden cambiar el nombre a Google. La teoría más extendida es que fueron inspirados por el término matemático «gúgol» que se define como un uno seguido de cien ceros, en referencia a su objetivo de organizar la enorme cantidad de información en la web. Otras fuentes dicen que realmente Google deriva del nombre “gúgolplex” que, siguiendo con la matemáticas, sería un uno seguido de un gúgol de ceros, es decir, diez elevado a gúgol a la décima potencia. Pero la teoría que más nos convence a nosotros es que quien se inspiró realmente en las matemáticas fue Douglas Adams en su famoso libro “Guía del Autoestopista Galáctico” y Larry & Sergey en él. ¿Por qué? En esta obra literaria se nombra así al ordenador más potente del universo: “¿Y acaso no eres? – le dijo Fook, inclinándose ansiosamente hacia delante- mejor analista que el Pensador de la Estrella Googleplex en la Séptima Galaxia de la Luz y del Ingenio, que puede calcular la trayectoria de cada partícula de polvo de una tormenta de arena de cinco semanas de Dangrabad Beta?” Contando con que este libro es del año 1979 y Google se fundó en 1998, más los parecidos textuales y conceptuales, no parece osado pensar que Google sea hijo directo de la literatura y no de las matemáticas. Para terminar con otra bonita referencia etimológica y anecdótica, el descubridor del uno seguido de cien ceros fue Milton Sirotta, quien enseñó la fórmula al hijo de un amigo y le preguntó: “¿Cómo llamarías a esto?” A lo que el niño dijo “gúgol” y se fue a jugar, sin ser consciente de que estaba cambiando el rumbo de la historia. Cosa, de la que Isaac Asimov se lamentaba amargamente «Tendremos que padecer eternamente un número inventado por un bebé». No es para tanto Isaac, los caminos del naming son inescrutables.
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